En el corazón del semidesierto de Coahuila, entre viñedos y montañas, Parras de la Fuente guarda un secreto fascinante que pocos conocen: aquí, en este encantador Pueblo Mágico, se encendió la primera bombilla eléctrica de América Latina. Pero esta no es solo la historia de un invento revolucionario; es también el relato de una colaboración épica entre dos visionarios: Don Evaristo Madero y Thomas Alva Edison.
A finales del siglo XIX, Parras no era solo un lugar de viñedos y aguas cristalinas; era un epicentro de innovación. Don Evaristo Madero, abuelo del prócer revolucionario Francisco I. Madero, era un hombre adelantado a su tiempo. En su búsqueda por modernizar su comunidad, estableció una conexión con Thomas Alva Edison, el inventor que iluminó al mundo con la bombilla eléctrica.
La relación entre Madero y Edison no fue casual. Los Madero eran una familia influyente y de mente abierta, interesados en llevar a su tierra las ideas más avanzadas de la época. Cuando Edison llegó a Parras, no fue simplemente como un inventor extranjero, sino como un colaborador dispuesto a probar nuevas fronteras.
En un rincón de Parras, el Estanque de Luz, aparentemente un simple balneario popular, encierra un pasado glorioso, es un monumental depósito de agua construido en el siglo XIX, que se convirtió en el escenario de un acontecimiento extraordinario. Edison, con su mente incansable, vio en las aguas del estanque la energía necesaria para probar y mejorar su invento más famoso: la bombilla eléctrica.
Con la ayuda de una turbina movida por el flujo constante del agua, Edison y Madero realizaron experimentos que culminaron en el encendido del primer foco eléctrico en el continente. Este instante no solo marcó un hito en la historia de Parras, sino que también posicionó al pueblo como un pionero en la adopción de la tecnología en América Latina.
La colaboración entre Edison y Madero no se detuvo en el laboratorio. Juntos trabajaron en la construcción de una planta hidroeléctrica que permitió llevar la electricidad más allá de la hacienda Madero, iluminando por primera vez al pueblo entero. Este logro no solo cambió la vida cotidiana de los habitantes de Parras, sino que también demostró el poder transformador de la tecnología cuando se combina con la visión de líderes comprometidos con el progreso.
Hoy, Parras sigue siendo un lugar donde se respira historia e innovación. Aunque muchos visitantes desconocen este capítulo asombroso, caminar por las calles del pueblo y visitar sitios como el Estanque de Lobatón o la Casa Madero es revivir la época en que grandes mentes se unieron para cambiar el mundo.
Imaginar a Edison, rodeado de ingenieros y lugareños, encendiendo la primera bombilla en medio del desierto, es un recordatorio de que incluso en los lugares más inesperados pueden surgir avances que iluminan a generaciones enteras.